domingo, 6 de mayo de 2012

¿PARA QUÉ SIRVE LA UNIVERSIDAD?


A continuación un artículo sobre el ámbito universitario, su razón de existir como ente que fomenta la crítica y  su posible incumplimiento de ese fin. 

A veces pienso que sería revelador para los dirigentes universitarios salir por ahí y preguntarle a algunos chóferes de taxi, dueñas de casa, obreros, agricultores, gerentes de banco, lavanderas y prostitutas, para qué sirven las universidades que empiezan a proliferar como hongos en nuestro país.


    Sus respuestas tal vez les indicarían si nuestras universidades están cumpliendo o no las funciones que se esperan de ellas. No que la mayoría de la población sepa qué esperar de las universidades. Pero cada día más gente, inclusive de los estratos sociales menos favorecidos, están apelando a la universidad como el camino para la ascensión económica y social o, por lo menos, para conseguir un empleo.
¿Qué es lo que se acostumbra esperar de la universidad? Las opiniones están lejos de la unanimidad. Unos sostienen que lo más importante es que ella genere conocimiento científico y técnico, filosófico y artístico. O sea, se espera que ella haga investigación, tanto básica como aplicada.

     Otros, más exigentes, pretenden que la universidad sea la conciencia crítica de la sociedad. Es decir, que vigile la fidelidad de la nación a la ética y al derecho, tanto en la conducción de las instituciones políticas como en el modelo de desarrollo económico y social adoptado.

      Ya otros más pragmáticos se contentan con que la universidad forme los profesionales que el país necesita. En otras palabras, confinan la misión de la universidad a la enseñanza. Aunque no lo confiesen explícitamente, esta es la posición de las universidades particulares no confesionales, para las cuales dar diplomas y títulos es la esencia de la industria educativa que les brinda pingües ganancias.

      Existe todavía un cuarto grupo, el de aquellos que consideran fundamental que la universidad preste servicios directos a la comunidad, mediante los programas llamados de "extensión universitaria". Son numerosas, en efecto, las universidades latinoamericanas que mantienen consultorios dentales, médicos, sicológicos, otras dan cursos de apicultura, educación ambiental, saneamiento y muchos otros. Hay también las que se responsabilizan de áreas demostrativas de desarrollo. En fin, estas universidades se abren a una interacción con las comunidades circundantes para ayudarles a mejorar su calidad de vida.

No es necesario ser demasiado inteligente para percibir que estas funciones, a saber:
- creación de conocimiento 
- conciencia crítica de la sociedad 
- formación de profesionales 
- servicios a la comunidad

      Son todas legítimas y necesarias. Pero deben funcionar de modo integrado y orgánico y no paralelo o estanque. Y lo que, para mí, puede integrar armónicamente las funciones de la Universidad es que ella acepte ser el motor intelectual del desarrollo del país. 



¿Qué implica que una universidad sea el motor intelectual del desarrollo? 



     Que, en primer lugar, la universidad conozca a fondo la realidad del país, su historia, su cultura, sus recursos, su potencial, sus limitaciones, sus aspiraciones, sus necesidades, sus problemas. Traducido en operaciones, esto apunta a la investigación, al contacto con la población y con las fuerzas productivas, a la organización de bancos de datos.



    Pero además de conocer la realidad, la universidad tiene que saber para qué y cómo transformarla, para lo cual necesita poseer, como dice Xabier Gorostiaga, "una utopía movilizadora que permita transformar los círculos viciosos en círculos virtuosos". La universidad debe tener en mente un modelo de desarrollo humanista y ecológico que le sirva de brújula y misión, así como de ancla valórica para actuar como conciencia crítica de la nación. 



      Conocida la realidad y hacia dónde ella debe caminar, la universidad está en condiciones de crear el conocimiento científico y tecnológico necesario para resolver los problemas identificados. En un país pobre como el Paraguay, tal vez sea un lujo prematuro pretender hacer investigación científica básica en todos los campos. Pero el ejemplo cubano muestra que un país pobre puede concentrar sus esfuerzos en crear conocimientos en las áreas prioritarias de su modelo de desarrollo humanista y ecológico. 



      En la medida en que crea conocimientos válidos para mejorar la propia realidad, la universidad se pone en condiciones de enfrentar la formación de la gente capaz de trabajar en pos del desarrollo humanista y ecológico. Esta formación se efectúa tanto en las clases y laboratorios formales como en el trabajo en el seno de la comunidad. De ahí que la extensión universitaria sea parte indispensable de la formación curricular y no una especie de filantropía asistencialista que una institución privilegiada "extiende" a una comunidad necesitada. En el fondo, cuando la extensión universitaria está bien hecha, la comunidad es más útil a la universidad que esta a aquella. 



     Como puede verse, las funciones de investigación, enseñanza y extensión deben funcionar orgánicamente integradas, con el mismo objetivo central que es colocar la universidad al servicio del desarrollo. 



    Con esto quiero decir que en el Paraguay no debería existir universidad alguna, pública o privada, que no realice investigación, enseñanza y extensión, y que así realice las 4 dimensiones antes mencionadas: crear conocimiento, ser la conciencia crítica de la sociedad, formar profesionales y prestar servicios a la comunidad. 



     Creo que el Paraguay debería, urgentemente, formular una legislación capaz de asegurar que todas las universidades trabajen realmente para el desarrollo humanista y ecológico del país. Sin ella, corremos el peligro de que se vuelvan tradición las fábricas de diplomas con cursos en fines de semana y otras degeneraciones posibles de la universidad.

    La necesidad de una legislación que normatice la calidad de la educación superior se ve aumentada hoy con la difusión de la llamada "educación a distancia". Esta modalidad educativa, que aprovecha la tecnología de la información y la comunicación para promover el aprendizaje autodidáctico de miles de estudiantes dispersos por todo el territorio nacional, puede producir o bien una auténtica revolución educativa o bien una universalización de la mediocridad. Todo depende de la seriedad y la responsabilidad con que la educación a distancia se maneja. Y esto depende de la filosofía y la legislación que orientan a la universidad en general.



     En un país como el Paraguay, las universidades deberían participar activa y competentemente en el planeamiento y ejecución del desarrollo nacional. Ellas pueden aportar diagnósticos, bancos de datos, estudio de planes y programas de otros países, sistemas de intercambio universitario, brindar consultoría a los grandes organismos de desarrollo, etc. Podrían hacerse cargo de la evaluación continuada de los efectos de los programas de desarrollo, como es el caso de una facultad inglesa de agronomía contratada por el Ministerio de Agricultura inglés para evaluar los efectos de las medidas de política agrícola. 



    Estamos a tiempo para echar una ojeada crítica pero constructiva a la situación y perspectivas de nuestras universidades. Ellas mismas deberían estar interesadas en este autodiagnóstico. No creo que a sus dirigentes les guste escuchar las respuestas que la población probablemente dará a la pregunta: "¿Para qué sirven las universidades?" Tengo mucho miedo que la respuesta predominante sea: "Las universidades sirven para sacar un diploma y ganar dinero. Nada más".

domingo, 22 de abril de 2012

BIENVENIDOS a ERUDITOS DE LA COMUNICACIÓN

Este blog está dedicado a la investigación de los problemas de la comunicación social en América Latina, una recopilación de los autores Alfonzo Alejandro y Díaz Bordenave, especialistas en el área de comunicación. Un espacio construido para estudiantes y todas aquellas personas interesadas en el tema. 

Dicho espacio fue creado por los estudiantes Orlando Zamora y Jhosselin Aguilera de Comunicación Social de la Ucab, bajo la tutela del profesor Jesús María Aguirre.